Emy de Horna |
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Revista ella virtual. 2 de diciembre de 2005. Edición Nº 824 ESTA SEMANA |
Lo que aprendí de mamá De ella hemos aprendido tanto que no cabe ni en este suplemento entero, pero vale recordar esos consejos prácticos que nos llevaremos para el resto de la vida. Redacción de Ellas. |
“Siendo niña aprendí de mi madre a agradecerle a Dios cada día, y a respetar a mis mayores. Que la familia está unida por lazos irrompibles, que a veces pueden estirarse pero el tiempo los vuelve a su lugar. En cuanto a oficios caseros, de pequeña solo a trastear en la cocina. A poner los ingredientes en fila india antes de iniciar una receta, para evitar ir de casa en casa por el vecindario en busca de algo que olvidé apuntar. A distinguir la vainilla de la salsa china, y estar pendiente del reloj cuando metía algo en el horno. Sin embargo, lavar ropa, planchar y limpiar la casa en general, más bien imitaba a las empleadas, pues me mandaron a los doce años con mis abuelos a Santander. Fue Centuca, mi abuelita, la que cumplió con esa responsabilidad. Desde unir las patas del pantalón y seguir la raya antes de colocar encima la plancha, comenzar por el cuello de las camisas, seguir con las mangas y los puños, darle la vuelta a ciertas ropas para no dejarlas con brillo. Presionar al revés los bordados de los manteles; retorcer la fregona y no mojar mucho; cepillar el abrigo antes de salir. El chorrito de vinagre en la última aclarada para dejar vidrios, espejos, y lámparas brillantes. Enrollar en una toalla, sin retorcer, la ropa delicada para sacarles la humedad y extenderlas en superficie plana. Usar medias de algodón para limpiar la platería, bicarbonato en la refrigeradora, y usar como desengrasante los pozos del café. Al reunirme con mis padres en Madrid, en vísperas de mi mayoría de edad, aprendí a trabajar con seriedad. A no confundir la velocidad con el tocino, a ser puntual de llegada, y no ver el reloj a la hora de salida. A tomarme en serio la universidad. Cuando me lo permitían mis clases los ayudaba en la tienda que compraron (Librería, Artículos de Oficina, y de Regalo). Como primera regla, aprendí a cederle la razón al cliente, la tuviera o no. A arreglar escaparates, hacer arreglos florales, adornos navideños, a sugerirle al cliente qué comprar cuando me decía para quien era el regalo y lo que podía gastar. Volví con mi madre a la cocina y a los menesteres de la casa, aplicando los trucos que ambas aprendimos de mi abuela. Llegó la hora de platillos exquisitos, unos sencillos y otros sofisticados. A disfrutar atendiendo a mis amigos en la casa, a su imagen y semejanza, aunque me hubiera dado un palizón preparándolo todo. A tejer de todo un poco con dos agujas, y hasta estolas con ganchillo; pero nunca, por más que se empeñó la pobre, pudo iniciarme en la costura. ¡Te quiero, madre! María Emilia Horna de Melo
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